domingo, 4 de diciembre de 2011

CUIDADORAS, LA CARA DE LA INMIGRACIÓN EN EUSKADI

BILBAO. CUIDADO, cariño y compañía. Las inmigrantes han heredado en Euskadi la atención de los mayores. Más de 300.000 vascos tienen más de 70 años y unos 50.000 necesitan asistencia constante. Esta situación ha abierto un nicho de trabajo para los inmigrantes que buscan empleo y son, según revelaba esta misma semana el Anuario vasco de la Inmigración, las mujeres inmigrantes las que se encargan de cubrir esta necesidad acuciante y de atender a la amama de Europa. Estas trabajadoras suman ya el 80% entre los nuevos colectivos extranjeros y cubren de forma mayoritaria la demanda de cuidadores para una sociedad, la vasca, cada vez más envejecida.



Edith, Nelly, Luzmila o Ximena son solo algunas manos amigas que llegaron del otro lado del charco. También son "las heroínas del siglo XXI", como las califica Ángeles Caso en su novela Contra el viento. "Estas mujeres vienen a nuestras casas, a ayudarnos, a cuidar a nuestros hijos y de nosotros para que las mujeres de aquí podamos seguir con nuestras vidas". "Son personas que gozan de gran aceptación, tanto por parte de los abuelos como de los familiares y que poseen gran capacidad afectiva, trabajan muchas horas y cobran salarios algo más económicos", sostiene Lluis Ballester, profesor universitario que ha estudiado a fondo el fenómeno.

EL ÁNGEL DE EDITH Es el caso de la chilena Edith Molina Baez, de 51 años, que se ha convertido en el ángel de la guarda de Antonia, una señora de Basauri de 89 años. Empezó a trabajar con el matrimonio pero él falleció y se quedó asistiéndola a ella. Edith está interna y descansa el sábado por la tarde y el domingo, días que Antonia es atendida por sus hijos, que residen en Bilbao. "Encontré esta familia por medio de un conocido chileno y me han acogido muy bien". "A Antonia hace ya un tiempo que se le detectó un cáncer pero está en tratamiento, hasta el momento va con control, toma sus medicamentos, se hace sus análisis y todo lo llevo yo. De hecho, en enero tiene un control oncológico", recuerda.

Quitados sus achaques, Antonia está hecha una rosa. "Todas las mañanas me lee el periódico y me cuenta qué ha pasado. También me comenta lo que ve en televisión, le hago que escriba su firma varias veces para que no se le olvide, que ponga algunas palabras, porque también me dedico a que ella no pierda su cabecita. Quiero que hable conmigo, que charlemos y salimos todos los días a dar un paseo por la mañana y por la tarde".

Cuando Edith -que llegó hace tres años a Euskadi- sale a la calle le sorprende ver a tanta gente mayor sola. "Andan tristes, alicaídos, algunos no levantan cabeza, andan muy solitos, muy tristes... Es una pena".

EL VOLUNTARIADO DE NELLY La colombiana Blanca Nelly García es la mano amiga de Anita, de 90 años. "Me hago cargo de todo, de estar con la persona dependiente, de atenderle en sus necesidades más primarias, de hacerle la comida, los recados, de llevarle al médico...". Esta colombiana, que arribó hace ya doce años, cree que las mujeres de origen latino acaparan este tipo de cuidados "porque las personas de aquí no tienen paciencia. En cambio nosotras, como estamos tan lejos de nuestra tierra, nos identificamos más con ellos. Les vemos como si fueran nuestros padres y los cuidamos como un tesoro. Pero ¡ojo! ellos también nos dan mucho. Yo, por ejemplo, recibo un montón de Anita. Es encantadora, maravillosa, me da la oportunidad de ir a la radio, de hacer lo de los seguros... Vete, vete que tú necesitas dinero, me dice".

Y es que además de atender a Anita, Nelly colabora en la radio, es voluntaria de Cruz Roja y de Bultzain y en sus ratos libres, es agente de seguros. "Soy comercial porque cuando cerró mi empresa solo heredé deudas". Nelly se refiere así a su fallido intento de ser autónoma. Desde Prisma FM, una emisora nacida gracias al empeño de la asociación Colombia-Euskadi en una apuesta decidida por la multiculturalidad, Nelly lanza un mensaje de esperanza. "Quiero transmitir energía positiva. Yo me quedé hace tres años en la calle y enferma, superé mi enfermedad, recuperé mi autoestima y me he sentido recompensada. Es lo que intento transmitir en mi programa Recuerdos del ayer".

Después de su paso por Palencia, donde llegó a cuidar ovejas y de su estancia en Potes, donde estuvo de ayudante de cocina, recaló en Gasteiz gracias a sus estudios de Enfermería. "Encontré trabajo en la residencia San Antonio, donde estuve trabajando seis años. Salí para montar la empresa, pero me fue mal... y tuve que retomar el trabajo y cuido personas enfermas en sus casas".

Blanca Nelly García García tiene 57 años y tres hijos. "Me los fui trayendo a poquitos. Primero me traje la del medio, que está separada, tiene una niña y vive conmigo, luego el mayor, que tiene un camioncito y finalmente la pequeña -llegó cuando estaba en Palencia-, que estudia Administración de Empresas".

En Gasteiz está encantada desplegando sus habilidades. "Soy voluntaria de la Cruz Roja -asisto a una señora de forma altruista-, y voluntaria en Puente Alto, un albergue para indigentes. Como yo canto, ahora tengo el proyecto de hacer un concierto para recoger fondos para la asociación Bultzain en Puente Alto porque hay 35 personas sin techo y la agrupación está al límite", afirma solidaria.

LOS APAÑOS DE LUZMILA Luzmila Sánchez Trujillo vino con un contrato de trabajo hace ocho años desde Lima y aterrizó directamente en Gasteiz. Empezó como dependienta en una tienda de complementos pero ahora está volcada en el cuidado de ancianos. "Desde 2005 ya me dedicaba a ellos los fines de semana y los festivos. Creo que, en un principio, la gente de aquí veía actividades como el servicio doméstico o la atención de ancianos como un trabajo olvidado y no les prestaban ninguna atención". "Sin embargo, como nosotros venimos a trabajar en lo que hay, cogemos este tipo de tareas. La ventaja es que aquí te dan tiempo para atender tu hogar, a tus hijos... cosa que en mi país no sucedía".

Luzmila trabaja en ayuda domiciliaria para la Diputación alavesa, contratada por Eulen, aunque también dedica unas horas libres a acompañar a una abuelita algunas noches. A la pregunta de ¿qué tal se paga ese trabajo? Luzmila es esquiva. "Bueno, te pagan según las horas que tú haces, también tienes derecho a baja laboral o a pagas extras". Pero cuando se le interroga sobre si es un salario digno, se muestra tajante. "Yo creo que los mileuristas no son sueldos para vivir pero ¿qué se hace? Pues ir tirando con un poco de limpieza, otro poco de abuelos... Trabajo para una pareja de ancianos que vive sola y ella tiene poco equilibrio corporal. Tienen una ayuda a domicilio pero los lunes y viernes no les atienden por la tarde, ni los sábados o domingos. Yo voy esos días y el resto lo cubre la ayuda oficial", aclara.

LOS VÍNCULOS DE XIMENA A sus 44 años, Ximena Miranda Llanos ha cuidado a gente mayor que está incluida en la Ley de Dependencia y ha estado a cargo de una persona con Alzheimer, otra con Parkinson y otra "bien de mente pero muy mal físicamente". "En los tres casos, lo fundamental es el apego. Si tú les das cariño, ellos lo reciben de forma superespecial. Independientemente de las enfermedades, lo importante es el vínculo que puedes crear y cómo te identificas con ellos". De hecho, esa persona que cuidaba con Alzheimer "no pudo recordar nunca mi nombre pero me tenía tanto apego que me puso el suyo propio. ¡Imagínate lo significativo que es eso! Porque las personas con Alzheimer saben distinguir con mucha precisión a aquellos que les quieren y les protegen. Ahora ya no está y la extraño mucho", se lamenta.

Para Ximena, cuidar ancianos "es una experiencia superbuena en lo humano porque aprendes mucho de ellos. En nuestros países, los mayores son parte siempre de la vida de la familia, aquí se les deja demasiado al cuidado de otras personas que a veces no se conoce, sin saber si es alguien responsable y respetuosa que lo trata con cariño. Porque lo más importante es el cariño y el respeto que se les tenga", explica.

En el terreno económico, Ximena, tiene también las ideas muy claras. "Estamos en un nivel medio de paga, pero para la responsabilidad que se asume, teniendo en cuenta que es alguien que se está entregando a tu padre o a tu madre, es poco porque no se puede pagar lo que tú entregas a otro ser humano", afirma.
deia.com

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